martes, 15 de marzo de 2011

Huacachina


Nunca había escuchado que en América existiera algún oasis, y para mi sorpresa si existen, no se cuántos, pero yo estoy en uno y se llama Huacachina (que en quechua significa "la que hace llorar").  
Hacia todas las direcciones veo dunas y en la mitad de ellas una laguna de aguas color esmeralda rodeada por palmeras, pasto y otras plantas... todo junto: un oasis, de verdad verdad, como los descritos en los cuentos de "las mil y una noches" y en algunas películas.  Me siento como en Africa, y con toda razón, pues años atras vino a Huacachina un principe de Marruecos quien dijo sentirse como en sus tierras, razón por la cual le regaló a los locales 3 camellos, que ya murieron (sin razón aparente) pero que continúan en la memoria de todos y en las muchisimas fotos que se pueden ver en algunos restaurantes y hoteles. 

Con Jan, Herman (dos holandeses gigantes y divertidisimos) y cuatro suecos salimos a hacer buggy y sandboard, lo cual básicamente es ir a toda velocidad en subida y en bajada por las montañas de arena, como en una montaña rusa natural, donde todo depende de la habilidad del conductor y su "conocimiento del desierto" (imagínense lo seguro que llega a ser, jaja).  Cada cierto tiempo nos dejaban en la cima de alguna duna y bajábamos en las tablas (sandboard), lo cual no es para nada sencillo, sin embargo, soy tan debuenas que en mi grupo iba uno de los campeones mundiales de snowboard, así que tuvimos la mejor capacitación y después de varios intentos casi todos logramos bajar las dunas de pie.  Las últimas dunas, que eran de 200 metros, mas o menos pues es dificil calcular las distancias aqui, las bajé acostada sobre la tabla y fui la más velóz de todo el grupo (yes!!).

Todo me gusta de éste paisaje, pero lo más impresionante del desierto es el silencio, nisiquiera se escuchan los grillos, no hay animales, no hay viento (gran parte del dia), nada... es más que la ausencia de ruido, es como quedarse sordo, abrumador en todo sentido pero fantástico.  Varios días subí caminando las dunas para disfrutar del silencio y ver el atardecer, la temperatura baja vertiginosamente, la arena se enfría, el cielo se pinta de muchos colores y una vez se hace oscuro puedes ver infinidad de estrellas. 

Los locales afirman que las aguas de la laguna son curativas, así que no me podía marchar sin nadar en ellas, de esta experiencia solo puedo decir que el agua se siente diferente a la del mar u otros lagos y su olor es bastante particular.  Me relajo, nado un poco y tomo toda la buena energía que puedo de este hermoso lugar para continuar mi travesía.  Siguiente estación: Nasca.

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