viernes, 11 de marzo de 2011

Paracas y las Islas Ballestas


Sin lugar a dudas, durante éste viaje, Paracas (que significa "Lluvia de Arena") ha sido el lugar más decepcionante hasta ahora.  
Al acercarme en el bus me sentí llegando al paraíso, pues es una bahía de agua color turquesa enmarcada por el desierto (clasificado como el más seco del mundo frente al mar) y el cielo totalmente despejado hasta el horizonte donde se observan cientos de palomas, piqueros, pelícanos, gaviotas y otras aves.  Los barcos en la lejanía le dan un aspecto muy llamativo al paisaje y me hace pensar en lejanos lugares del mediterráneo (que no conozco pero que me imagino gracias a inumerables pinturas, fotos y películas que he visto).  Mis expectativas eran enormes acerca de éste lugar porque ha sido declarado reserva regional y es uno de los balnearios predilectos de locales y extranjeros, sin embargo, al bajar del bus todo era diferente. El mar es turquesa...visto desde lejos porque en la orilla (los primeros 4 o 5 metros) es oscuro debido a la cantidad de algas que tiene, las cuales se desprenden permanentemente y son arrastradas a la playa dándole a ésta un aspecto algo desagradable que empeora debido a la cantidad infinita de basura que dejan los turistas (muchos más este fin de semana pues estaban celebrando el Aniversario de la Provincia) y a los restos de pescado que tiran los pescadores una vez terminada su faena diaria.

Algunas paredes de casas en pie y la iglesia en parte destruída dan cuenta del fuerte terremoto que sacudió a esta zona en el 2007, y un muelle abandonado con su grúa y dos barcos son testigos de la "fiebre del oro blanco", es decir, de aquella época donde el guano representaba grandes riquezas y fue explotado por cientos de personas y empresas aqui en Paracas, pero que en la actualidad sólo es negocio de unos pocos (debido a la aparición de los fertilizantes artificiales) quienes lo recogen cada 6 años aproximadamente.

La tristeza que ésta "paradiasiaca reserva" me produjo fue opacada por el Maestro Pedro, un músico de unos 70 años (pescador cuando era jóven y tenía fuerzas para luchar con el mar y sus criaturas, dice él) se sentó a mi lado a la sombra de una de las únicas palmeras en el malecom y empezó primero a afinar su guitarra y luego a cantar (con una voz ronca y profunda acompañado de su guitarra o su cajón peruano) el más extenso repertorio de música criolla (peruana), cubana, colombiana y hasta algunos tangos.  Hablamos mucho de música y de lo bien que le caemos los colombianos (por nuestra alegría y amabilidad), me contó acerca de su esposa "una negra clarita" como él la llama, sus doce hijos (la mayoría músicos y/o bailarines), el terremoto que lo dejó sin casa y todas las cosas fascinantes que le han sucedido desde entonces.  
Pasan las horas entre letras y ritmos, llega el atardecer y el Maestro se despide para marcharse "porque su negra lo espera", veo caer el sol y decido reservar puesto para ir en lancha a conocer las Islas Ballestas, que es según dicen el lugar en el mundo con más aves marinas.
Ir a las Islas fue espectacular, pude escuchar y ver a los leones marinos (machos, hembras y sus crias), pinguinos de Humboldt que son pequeñitos y muy graciosos (diferentes a los gigantes que Disney nos ha mostrado toda la vida), pelícanos y miles de aves volando, anidando, alimentándose... Esta sí es la verdadera Rerserva y la naturaleza en todo su esplendor, lejos de Paracas y sus contrastes.

Feliz tomo el bus rumbo a Huacachina, porque aunque no lo crean éste es un oasis en Suramérica, pero esa es otra historia.

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