sábado, 5 de febrero de 2011

Ibarra


San Miguel de Ibarra, llamada "la ciudad blanca a la que siempre se vuelve", pero conocida por todos como Ibarra, fue construída porque se necesitaba una ciudad de paso en el camino entre Quito y Pasto.  
Es una ciudad mucho más grande de lo que imaginé, pero al ver su arquitectura no entiendo el asunto de "la ciudad blanca" (para mi, la ciudad blanca sigue siendo Popayán).  Caminé por sus calles y visité el Mercado Amazonas, que es muy similar a las plazas de mercado colombianas, con la diferencia de que la mayoría de vendedores son indígenas que aún visten sus trajes típicos.  

Tuve la suerte de presenciar un desfile que atravezaba la ciudad, encabezado por la Banda Marcial y seguido por innumerables bailes propios de la población indígena y de la mestiza.

Una vez recorrí la ciudad: calles, museos, iglesias, parques, mercados, zona rosa... empecé a explorar los alrededores.  A solo 15 minutos se encuentra San Antonio de Ibarra, cuyo principal atractivo es la elaboración de esculturas en madera.  Aqui los artesanos son famosos (y con toda razón) por las tallas que realizan en cedro y roble principalmente.  En la mayoría de almacenes se encuentra el taller en donde trabajan la madera y me dejaron observar cómo lo hacían sin ningún problema... eso sí no había autorización de tomar fotos.


Al siguiente día visité la Laguna de Yahuarcocha con Lizbeth una ecuatoriana que conocí durante el desfile en Ibarra.  El nombre de ésta laguna, en  lengua kichwa, quiere decir "lago de sangre" pues según la leyenda en sus orillas fue la última batalla de resistencia de los Caranquis contra las tropas Incas invasoras.  Estos últimos al ganar la batalla acuchillaron a los enemigos sobrevivientes y arrojaron sus cuerpos al lago, tiñendose éste de sangre.  Hoy en día se realizan deportes en sus mansas aguas.  Nosotras decidimos hacer un recorrido en un bote de pedal con forma de pato, aunque habían otras formas: dragones, sapos, mariposas... que más parecen de un parque de Disney que del Ecuador. 

Al finalizar este recorrido fui al Hostal, tomé mi mochila y emprendí mi rumbo a Otavalo...pero esa es otra historia.

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