lunes, 16 de mayo de 2011
San Martín de los Andes y Mar del Plata
La idea inicial de mi viaje era llegar hasta "el fin del mundo" en Ushuaia, pero definitivamente una cosa es lo que se planea estando en casa y otra cosa muy diferente es estar en la ruta... se empiezan a acumular miles y miles de kilómetros y de horas de viaje y te das cuenta todas las que faltan para llegar al tan anhelado sitio, no sin antes empezar a sentir el frío que en San Martín de los Andes se aproxima a los cero grados en éste momento y yo sin la vestimenta apropiada.
El otoño aqui se aprecia en todo su esplendor, los hojas de los árboles son rojas, amarillas, rosadas, moradas... es increíble, con lo que no conté es que ésta época del año es muy lluviosa y el viento es helado... empiezo a pensar que ésto es lo más al sur que llegaré en esta ocasión. Trato de buscarle el lado postivo a todo: el paisaje es hermoso, el cielo despejado sin nubes, sol constante, las casas parecen sacadas de un cuento de hadas, las hojas de los árboles en el suelo... pero, no, el frío y yo no vamos, amaneció nevando y más me demoré en ver la nieve por la ventana (primera vez que veo nieve en mi vida) que en decir: "chicos me voy para donde esté haciendo sol"... gracias a la tecnología revisamos el clima en toda Argentina y encontramos el lugar perfecto: playa, surf, vida nocturna y 20º de temperatura...... nos fuimos para Mar del Plata.
Argentina es un país muy grande y sus paisajes son bastante monótonos....pampas a lado y lado de la carretera nos acompañan durante 22 horas de bus, en las cuales comprobé una vez más que a cada segundo tu suerte cambia, pues pasamos de viajar en un bus de primera categoría donde nos ofrecieron whisky y champagne (gratis) para luego llegar a la terminal de Bahía Blanca donde nos tocó dormir en el piso (al mejor estilo mochilero) durante 3 horas en espera del prímer bus que nos llevara a nuestro destino.
La barada en carretera no podía faltar ni el cambio de bus, pero finalmente, llegamos a Mar del Plata donde me siento de nuevo feliz...el clima es magnífico y tenemos cientos de metros de playa para jugar volley, broncearnos y hasta surfear. Pasan algunos días entre risas, caminatas por la playa, boliches (como le llaman a las discotecas en estas tierras) y conversaciones con Julio (un amigo de Cali con quien nos encontraremos en nuestra próxima parada), logramos empacar mochila y ahora nos dirigirnos a Buenos Aires.
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