lunes, 14 de febrero de 2011

Quito


Uuuuuffffff que ciudad tan grande!.  Después de varios días recorriendo pueblos y pequeñas ciudades, llegar a Quito fue enfrentarme a la inmensidad, al caos de las capitales, la velocidad con que se mueve la gente por las calles, los pitos de los carros, los trancones...   Tomé el Ecovía y el Trole (son como el transmilenio de Bogotá) para desde la distancia de la ventana observar un poco de la esencia de la capital ecuatoriana.


Aqui tuve la suerte de hospedarme en la casa de Jaime, un amigo de mi hermano Nicolás.  Él y su familia me hicieron sentir como en mi propia casa y pude descansar por unos días de los hostales, además, me quité el antojo que traía desde Colombia de comerme una arepa con queso. 
Juan Manuel, hijo de Jaime, me llevó a recorrer el Centro Histórico de Quito, que fue declarado por la UNESCO como Primer Patrimonio Cultural de la Humanidad.  Al caminar por sus calles te sientes como en otra época, las fachadas son coloniales, las calles empedradas, las plazas gigantes, las iglesias imponentes y las esculturas por doquier. Estuve en varias ocasiones en el centro histórico tratando de vivir, más que de recorrer, sus calles .

Visitamos la Plaza Grande o Plaza de la Independencia, la cual reune los edificios con mayor poder polìtico y religioso de la ciudad, entre ellos: el Palacio Presidencial, la Catedral, el Palacio Arzobispal, la Municipalidad y la casa del Alcalde.  Luego, fuimos a La Basílica y subimos por estrechas y empinadas escaleras a la torre del campanario (aproximadamente 15 pisos), de donde hay una vista hermosa de la ciudad.  Caminamos por la Calle de las Siete Cruces que tiene gran importancia histórica, cultural y religiosa debido a que en ésta calle caminaron Bolivar y Sucre; vivió Manuelita Saenz ("la libertadora del libertador"); se levantaron templos monumentales; se reunieron los padres de la patria para proclamar la independencia; se dió el primer grito de libertad en America y además, tiene la arquitectura más representativa de la época colonial, entre otros.

Me llamó mucho la atención una iglesía donde viven monjas de clausura, quienes se permiten hablar una hora al día.  Ellas fabrican ungüentos, vinos y medicinas naturales que venden al público por una ventana giratoria que las mantiene ocultas de los ojos curiosos.


En otra ocasión, en éste mismo sector de la ciudad visité "La Ronda" (con dos brasileros que conocí en la mitad del mundo), una calle angosta y empedrada con aire bohemio cuyas construcciones en tierra hoy son cafés, bares, restaurantes y almacenes de obras de arte.  Al llegar a ella te dan ganas de quedarte y entrar a cada uno de los sitios, todos llenos de detalles y leyendas (¿o historia?).

De aquí, me dirigí al Centro Cultural Metropolitano, y por pura casualidad estaba la exposición "World Press Photo 2010".  WPP es una organización de los Paises Bajos que cada año invita a los fotografos de prensa internacional a participar en su concurso de fotografía (que es el más prestigioso del mundo).  Las imágenes ganadoras del consurso se pueden ver en una exposición itinerante que pasa por 100 ciudades, y a mi me tocó en Quito, al respecto solo puedo decir: wooowww!!!  Las imagenes me dejaron sin palabras, sobretodo porque la mayoría eran demasiado fuertes (muertes, guerra, dolor, sufrimiento) y otras cuantas realmente hermosas para mi forma de ver.  Por Colombia, sólo había una fotografía ganadora, que a mi parecer no colabora para nada con la imagen del pais, se trataba de un adolescente asesinado en una de las comunas de Medellín... me dio hasta tristeza ver esta foto, pero esa es una de nuestras realidades y para mi tranquilidad las imágenes captadas en otras latitudes eran peores.


Entrada la noche fui a La Mariscal, más exactamente a la Plaza Foch, que es una de las zonas de rumba más importante de Quito (con toda razón).  Caminé por todas sus cuadras, entré a conocer diferentes bares entre ellos uno llamado "La boca del lobo" donde me comí una bobadita (porque es absurdo visitar la Plaza Foch y no entrar a este sitio sin igual), me antojé de las artesanías que vendían y me tomé un café en Juan Valdez (donde el café no sabe al que nos sirven en Colombia, pero bueno).


Al siguiente día fui a la Mitad del Mundo, quiero decir, a las dos mitades del mundo.  Primero, fui al Monumento que por cierto, recomiendo no ir, cobran 2 dolares para entrar y no hay nada de interesante...lo cual se vuelve menos interesante cuando te enteras que éste monumento no está en la mitad del mundo, sino que dicho punto se encuentra a 500 metros en el Museo Inti Ñan (según la última medición que se hizo con un GPS militar), a donde si vale la pena ir a pesar de los 3 dolares que cuesta la entrada. 
El museo tiene guias bilingües que hacen el recorrido contigo tanto si vas solo como en grupo.  A mi me tocó el recorrido con un grupo de 10 chilenos, así que fue divertido.  En éste museo, te cuentan un poco sobre las comunidades indígenas de la región (viviendas, vestuario, alimentación, creencias...), y cómo ellos desde hace muchisimos años ya habían trazado la Ruta del Sol y utilizaban este conocimiento para especificar las épocas de siembra y cosecha.  Hay demostraciones del Efecto Koriolis, el cual dice que las fuerzas en los hemisferios norte y sur giran en sentidos opuestos, razón por la cual en el ecuador chocan y se anulan. La primera demostración fue balancear un huevo sobre un clavo, lo cual logré después de varios intentos.  Luego, fue la prueba del agua, la cual consiste en un recipiente cuadrado con un hueco en el fondo al cual le agregan agua y unas hojitas.  Primero, colocan este recipiente sobre la linea ecuatorial y al quitar el tapón, las hojitas bajan de forma perpendicular sin girar pues no se forma remolino en el agua. Después, mueven el recipiente un metro hacia el sur y repiten la prueba, esta vez las hojitas giran en el sentido de las manecillas del reloj cuando baja el agua por el drenaje. Finalmente, mueven el recipiente hacia el norte y las hojitas giran en contra de las manecillas del reloj.  
Terminé el recorrido del museo y tomé el bus para regresar a Quito.  Visité el Parque El Ejido... inmenso y supremamente concurrido, hay artesanías, alquilan bicicletas, las personas hacen ejercicio o simplemente descansan en el suelo.  Aquí me encontré de nuevo con el Ecuaboley (así se escribe) que es una variante del volleyball, pues se juega con un balón de futbol y 3 jugadores en cada equipo (esta vez decidí no jugar, pues en Otavalo lo hice y mis dedos estuvieron adoloridos por varias horas).

Después de mucho pensar decidí que el tiempo nunca alcanza para todo lo que se puede hacer en esta gran ciudad, además, la lluvia ha sido constante (de los 5 dias en Quito, 3 dias fueron de lluvia) y las ganas de playa, brisa y mar son más.  Empaqué mi maleta y arranqué rumbo a la selva.

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